¿Cuán exhausto se puede saber el ser antes de permitirse sucumbir al caos absoluto, si pareces dirigirte a la vorágine?
¿Cuán exhausto puede percibirse un rastrojo magullado si aún el despertar parece acarrear el peso de una malsana existencia?... son los días y las noches tan sólo continuas lasceraciones para aquel que percibe en el susurro del aire... en cada respiro... hastiado... el hedor de la existencia humana, aborrecido y asqueado hasta la médula, como si cada fibra fuese tan sólo un instrumento de alguna melodía maldita que resuena en los pensamientos, brindando su trillada banda sonora a teatrales tragedias con humor cruel... pintando los horrores que habitan tras los ojos que ven la inmundicia y la mórbida decadencia en el reflejo... son las pesadas horas como un fétido almizcle que es regurgitado por los lascivos autocondenados a su inconmensurable insatisfacción... y es cada vez más evidente que el mundo es tan sólo un escenario de pesadilla, en donde los artífices de la destrucción saborean su particular obra, oda a su nauseabunda naturaleza... tan vomitiva como inevitable... resuenan con mayor estruendo los murmullos inaudibles a otros oídos, gruñendo y rasgando como espectros invisibles que atormentan y escarban sin cesar... cantando en multisonoras voces desconocidas para todos, excepto para su única presa... y arden con la violencia del fuego que quema... en su angustioso coro gimen: qué criatura tan horrible, inconsciente, irresponsable, caprichosa, estúpida, fugaz y prepotente... ¡qué impotente bestia más miserable!... ¿cómo puedes soportar tu vil e inútil lamento?, ¡insípido y débil animal básico e insaciable!... y causa cada vez más trabajo encontrar razones para acallar los mutilantes ecos de pasados presentes, cada vez es más arduo soportar la inexplicable congoja que corroe e inunda... pues en la sofocación perpetua y silenciosa es bien sabido que aunque nada provenga de la nada, todo es futil, todo es vano... al viajar en el tiempo es más amarga la insatisfacción, cuando nada parece más que una dicha pasajera seguida de un continuo abismo etéreo... es el hambre sin fin, son las fauces monstruosas, es la angusiosa y asfixiante vida que se consume como una llama lánguida en la gran negrura del vacío infinito, que presurosa busca su conclusión.
Cuando hasta la secreción acuosa parece inalcanzable y parece no existir forma de cerrar las grietas...
Cuando hasta la propia presencia parece algo distante y ajeno.
Cuando no hay más que confusión, daño y extravío...
Y es gracioso... el hambre genera más voracidad, la decepción alimenta al soñador, el velero naufraga caóticamente, para surcar su profundo infierno y ahondar en la malsana ambivalencia, intentando obstinadamente una vez más ser amo de cada acto, explorando laberintos que lleven ante una simple posibilidad de victoria...
¿Cuán exhausto se puede saber el ser antes de permitirse sucumbir al caos absoluto, si pareces dirigirte a la vorágine?
20180819
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