Las ilusiones son dagas ponzoñosas, cuya empuñadura se torna espinada al entrar en contacto con la realidad... los instrumentos de batalla se transmutan pues, en elementos de autoinflingido dolor cuando llega el despertar ante un sueño plácido y adictivo que elucubra y dopa.
Es dulce y grato imaginar que existen y son reales tantas imágenes y sueños, que la magia nos cubre e ilumina... como las promesas tan bellamente adornadas, aquellas en las que conceptos humanos como la justicia y el orden, la lealtad y la correspondencia mutua de cariños perennes, en forma de imposible amor puro y sin condiciones, la satisfacción sin sacrificio ni esfuerzo, la eternidad... son parte del universo y no sólo de la frágil y estúpida imaginación humana... tantos conceptos que sólo florecen en las fértiles tierras mentales de una especie ilusa, una especie en la que los individuos entran en choque constante con sus propias alucinaciones, como reos y viles engendros de cancinas palabras sin valor, seres autoproclamados superiores aún sin el mínimo poder sobre el pequeño espacio que habitan... sin control sobre sus cuerpos ni pensamientos... Tal vez por ser como el caos que nos compone, luchamos contra la realidad, intentamos rebeldemente ir contra la existencia al crear mundos imaginarios, y vemos en los demás seres que no existen...pero son lo que quisiéramos ser: mejores, más nobles, más bondadosos, fuentes inagotables de amor y sabiduría... aunque al final sólo regresemos a las profundidades de los laberintos en donde nos refugiamos tras comprender que evitamos vivir al soñar con ideales en lugar de abrazar realidades.
Somos tan sólo marionetas de las mentiras que tejemos basados en sueños forjados en conceptos alejados de la realidad, como metas que jamás se cumplirán al permanecer en el mundo imaginado... somos tan idiotas como para desperdiciar nuestra futil existencia sufriendo por quienes jamás nos han querido, por lo que nunca sucedió, por lo que no podemos cambiar, sufrimos por aquello que no es real, mientras la existencia misma pasa invisible ante nuestros cegados ojos, y cuando es observada quema como si la luz fuese demasiado al contrastar con las mentiras que alimentamos desde la infancia... como fantasmas que usan máscaras para evitar el suicidio tras tantos golpes... vestigios de bestias iracundas y melancólicas... un cúmulo de cicatrices y de vacíos... débiles títeres de los impulsos que nos dominan, patéticos experimentos fallidos, desesperanzados trozos descompuestos y roídos en caos...
Profundo e incesante caos,
Delicioso y perpetuo caos...
Las ilusiones son dagas ponzoñosas, cuya empuñadura se torna espinada al entrar en contacto con la realidad...
Nos resistimos a dejar de ser, a movernos, a aceptar lo que no nos agrada... intentamos que todo se ajuste según nuestros designios, tan limitados y egoístas... sólo buscamos la destrucción.
Y al final, cuando se marchiten los cuerpos, en múltiples fragmentos sin conciencia, sólo restará retornar como alimento a quien consuma los lánguidos envoltorios vacíos e inertes... como un ciclo en el que tan sólo se forma parte de un universo donde mientras exista movimiento todo es transformación, y cuando todo cese sólo restará la muerte... Omnipresente caos que tiende a la nada... pues el único fin es la inexistencia, sólo en el final de todo ese anhelo humano será realidad: la muerte es la única forma de orden, pues permanece inmutable sólo lo que no se transforma.
20180428
Gustavo Sierra Hernández
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GuTs!
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