Y así el curioso mamarracho se desdibujaba...
el ente entre el petricor y la iridiscencia mutaba...
era como un sinfin de trozos danzantes,
miles de estridentes canciones disonantes,
En un instante era fuerte como el acero inmutable
y en otro era volátil vapor etéreo, amorfo e inestable...
La lluvia de la urbe era como el cantar de los cielos,
parecía una sinfonía misteriosa despejando velos.
El firmamento lloraba majestuoso y reconfortante,
como si estuviese en sincronía inquietante...
Y en su bella melancolía pintada de gris,
así también eran las lágrimas del infelíz...
mientras implosionaba el borroso ser,
una sonrisa en la lluvia dejaba ver.
Tal vez el cielo limpia al mundo de su suciedad,
y en sincronía lo hace parte del alma de la humanidad.
Tal vez ese tipo de bestias salvajes pero frágiles
al desdibujarse sólo purifican sus ajados perfiles.
20180331
G.S.H
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