Terror Abismal Reverbnation

2018-03-04

El susurro del licántropo.

Hay seres que desde su infancia parecen llevar una carga inmensa que sólo pesa sobre hombros vetustos... como aquel monstruo que conocí en medio de jornadas inesperadas.
Un curioso especímen, sin duda alguna... uno que diariamente luchaba por comprender a los humanos con los que se mezclaba, uno de esos monstruos que se acercó demasiado a la humanidad y terminó enfermando.
Una bestia adormilada y encadenada, con mirada melancólica y un enorme odio que era directamente proporcional al inmenso amor que podía profesar.
Así odiaba la bestia su reflejo en el sucio charco... veía sus ojos repulsivamente, casi con el odio y el repudio que profesaban las asqueadas mujeres que apartaron la mirada hacía tan sólo unas pocas horas, sabía que como método de autodefensa ante un ente que odiaban ver, esos rostros intentaban disimular su miedo, su evidente aversión... Ellas sólo huían porque viven, y a diferencia del desprevenido ente aún conservan la idea de la autopreservación, instinto de supervivencia, autoestima.
Tal vez cuando nuevamente pudiese él también llevar el disfraz diurno sería un poco más tolerable...un disfraz sin heridas y sin su pelaje áspero, uno sin la feroz mirada del animal herido que era realmente.
El ente es un ser difícil de encontrar, pues tiende a producir una barrera invisible, y los incautos que se acercan tienden a alejarse por cierto instinto que les informa cuando entran al territorio en el que habita y repta vigilante.
El monstruo es infinitamente desdichado, pues aunque es un animal, no sigue su instinto... y aunque es mortal no evita el peligro.
Aquella noche relamía sus heridas, reabiertas y malolientes... lentamente daba vueltas cojeando, mareado, adormilado...finalmente cayó en su lecho, donde se encontraba exhausto y desorientado. En medio de su patético ritual de auto sanación sentía que sangraba a borbotones, y el ácido le corroía desde las entrañas.
Cuenta en medio de su delirio que a pesar del tiempo siempre termina recordando una presencia felina que le vió con tiernos ojos y le brindó dulces besos, y aunque no fueran más que una ilusión aún permanecen en su memoria como tesoros de momentos plácidos, en los que llegó a imaginar que era correspondido y que no era un error de la naturaleza.
Cuando tiene paz o cuando la pierde, en medio de la algarabía y el júbilo o a mitad de su descanso por algún tipo de maldición su imaginación juega con él con crueles formas de tortura, en donde regresa a sus brazos y sueña con descansar en su regazo...
Pobre e ingenua criatura, quien sacudía su cola y enfocaba sus ojos con alegre esperanza ante aquella grácil compañía. Ante tal mujer el era sólo un cachorro felíz y dócil...sus colmillos y sus garras no eran armas, sus aullidos eran una canción vivaz, ante ella... él confiaba ciegamente, con la estupidez propia de quien no prevée ser engañado o abandonado...la estupidez de quien deja su escudo atrás e incauto baja la guardia.
Pregunté la razón de tal reflexión...era sencilla... aunque él sabía que ella era felíz en otros brazos, le era imposible sonreir en su indomable lejanía. Sabía que esos brazos que no eran los suyos recibían la dosis de paz que él no tendría. Revivió para el escritor parte de su trauma...Y por un instante la criatura sintió cómo punzaba en su pecho la daga mientras su palpitar se aceleraba, pues al ver al afortunado desconocido dueño del orgullo y cariño de su musa, comprendió que algunas acciones sólo representan analgésicos, pues hay individuos con una inmensa capacidad histriónica, capacez de actuar magistralmente el teatro de la vida, opuestamente el enfermo animal no conocía cómo actuar en la tragicomedia que vivía, el único truco que aprendió es el de disfrazarse para la puesta en escena...
También sabía que en su inmunda naturaleza él sólo era un monstruo exhudando sopor. ¡Oh cuán desdichado era el engendro en su letárgica reflexión!, comprendía y reaprendía a pesar de su tosca resistencia que jamás fué querido, y mientras se desmoronaba la humana por quien aulla en insomnio sonreía viviendo historias que nunca conocería...
Como cualquier cosa extraña y prohibida esa criatura fué un secreto, una mentira, un verso maldito y oculto al mundo pues en lugar de amor, era un placer culposo, uno que sólo producía una mezcla de vergüenza y culpabilidad en quien osaba acercarse y verle tras el velo con que se muestra a la humanidad.
Era pues, una bestia dolida que se refugiaba en esquinas oscuras donde no podía ser tocado por un mundo en donde no encajaba, y aunque se retorcía hasta formar una bola peluda de vomitivos hedores, no lograba desaparecer... sentía claramente el impulso de alejarse del mundo y permitirse decaer hasta que el suave arrullo de la muerte le cobijara, como lo hacen algunos animales cuando presienten su fin, y simplemente dejan el mundo sin teatralidad ni fanfarria, en silencio y soledad...
Pero aunque su paladar aún tenía el gusto del nauseabundo y dañino néctar que ingirió, sabía que al salir el sol luego de aquellos dos días de autoflagelo, una vez la luna llena fuese reemplazada con el astro mayor por tercera vez, se levantaría nuevamente y con rebeldía seguiría adelante... ocultando del mundo la monstruosidad que surge nocturna.
Pero de las jaurías que resguarda en su ser, jamás escapará, pues aún sin disfrutar el reflejo borroso del ser que detesta, la figura horripilante es su único amigo cuando cae el silencio.
Y en medio de la oscuridad intenta una vez más descansar para continuar, relamiendo sus heridas bajo la única confidente eterna: la blanca y tranquila luna llena que le arrulla cuando nadie más podría siquiera acercarse.

20180304
Gustavo Sierra Hernández


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GuTs!

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